Ir al contenido principal

Mamá_rihuana: los #Contentógenos

Crédito imagen: interez.sk
¡Utas que me gustaría fumar marihuana! Pero no puedo, me hace péeeeehsimo. Pero de verdad pésimo, onda crisis de pánico, clínica y todo.

La vida es injusta:  creo que cuando tienes hijos es cuando más necesitarías tener algún tipo de droga-amiga:  algo que te calme, te mantenga parejita, feliz, te baje el stress, o te mande al espacio con la energía de Thor para no andar como #zombiegordo (como yo). Y bueno, hay mamás que equilibran bien su consumo recreativo de #contengógenos versus crianza responsable, y bien por ellas. En mi caso ¡cueeek!, la evasión solo tiene cara de gula y sandías caladas, como el sexo y la cerveza. ¡Ah! y cuando logro mantenerme despierta, netflix.

Una vez tuve un pololo con el que duré varios años y era demasiado bueno pa' la marimba. Lo odiaba.  Odiaba que me dejara plantada por andar fumando cuete, comprando cuete, organizando manos de cuete, etc, etc. Yo era pendeja igual (sub 20) en ese entonces y tenía una obsesión enfermiza con este personaje. Era bien de psicópata la weá en realidad. El punto es que prefería cagarme de frío y pasarlo mal carreteando a su lado que quedarme en casa, caminando por el techo sin saber dónde-con quién estaba.  Es así que yo "simulaba" fumar cuete, para no desentonar. Cuando vi la rutina de Felipe Avello donde dice que se hacía el drogado, me acordé de esto que yo hacía para estar al lado - de mi entonces - "hombre de mi vida": soplaba el pito hacia afuera para que se prendiera el carboncillo, pareciera que estaba fumando y luego hablaba algo como conteniendo la respiración.  Generalmente tenía un cigarro prendido entonces mezclaba la fumada inexistente de cuete con la del pucho y salía humo. Si, es verdad, lo hice y me avergüenza. Pero bueno, era una pendeja con problemas de abandono que tenía miedo a que la dejaran de querer. Peeco.

Este pololo era bien pastel. Recuerdo que una vez estábamos en un pueblito a las 5 de la mañana. Habíamos salido de la discoteque local y esperábamos que pasara una micro para volver a la ciudad. Eramos un grupo más menos grande.  De pronto, de curao y de cavernícola, mi entonces objeto de deseo encontró súper buena idea mover / romper una banca de madera de la plazoleta. Yo, obviamente me enojé por su conducta de simio, lo increpé y como no me pescó, me taimé y me alejé. Una de las minas que había en ese grupo, que era igual de simia y pastel que él, lo ayudó a hacer pebre la banca. Se reían. Era como estar en el zoológico.  De pronto -y juro por Odín que fue así- mientras los miraba pensé "esto tiene sentido... ellos tienen sentido... ese es el tipo de mina que este weón necesita, no yo". En ese entonces recuerdo haber tenido esa sensación de epifanía, luego pena, luego negación.  Al tiempo terminamos y ellos llevan como 20 años juntos. Saonda.

La verdad mi mala onda no era con la marihuana, era con que la marihuana era más importante que yo para él.  En el colegio tenía amigos que fumaban pero a mí nunca me llamó la atención, a pesar de que todos pensaban que si.  De hecho, una vez en la enseñanza media llamaron a mi papá a inspectoría para decirle que creían que yo estaba fumando cuete, porque me rodeaba de puros volaitos, ergo, los músicos, artistas, desordenados, es decir, los más inteligentes, entretenidos e interesantes. Mi papá, que fue así como un hippie ilustrado volaito espiritual músico ABC1 en su juventud (y en varios años posteriores), les dijo que cuál era el problema, que él fumaba de los 14 años y que si acaso ellos no se habían fumado nunca un pito. Yo asociaba las drogas y el desorden con mi papá, por ende, les tenía buena barra, cariño, era entretenido. No era ni marginal ni violento ni inadecuado.

De hecho, en ocasiones di un par de piteadas ínfimas y todo bien, pero cuando fumé "en serio" con este pololo destruye bancas, me dio una crisis de pánico tan tan fuerte que sentí que me moría y fui a dar a emergencias a una clínica. Me dieron Sulpilan y diagnosticaron "crisis de histeria".  Luego de eso fumé un par de veces, me volvió a hacer mal, excepto una vez que fumé con mi papá. Creo que estar con él me dio seguridad y me relajó, y era un carrete bacán, con música y amigos. Lo disfruté. De todos modos, como no imagino mi reacción si fumo de nuevo, nunca más lo hice. Solo piscolón y alcoholes varios in my life. ¡Ah! y debo reconocer que hubo un año que descubrí que el jarabe para la tos también era un #contengógeno:  no lo decodifiqué como elemento volatorio en su momento, pensé que me "relajaba". Tomé varios meses, era la placidez con patas. Luego se me olvidó y ahí quedó todo. El famoso Ziprepol.

Ya sea que consideres que las drogas y el alcohol son evasiones entretenidas o entretención evasiva, hay varias cosas que las personas usamos como muleta emocional:  la comida, el sexo, las pastillitas antidepresivas, el carrete y cada actividad, sustancia, persona u objeto que nos ayude a seguir viviendo "equilibradamente". En mi caso, vengo con la adicción en la genética, a fuego, así que me cuido, pero atesoro mis evasiones "legales" como el último aliento antes de hundirse. De otra manera creo que no estaría sobreviviendo a la maternidad de 3... a-go-ta-dor.  Algunas compran zapatos, otras se toman un sour con las amigas, otras van a terapia, otras andan en bici, van al gimnasio, a la iglesia, leen, fuman puchos, se meten en la teleserie turca, se inscriben en clases de macramé o mandalas:  sea cual sea la actividad que te aleje de mandar todo a la cresta, hay que tenerla, respetarla y mantenerla. Todo sea por la salud mental propia y la de los críos. Ya que no puedo tener gatos ni beber durante el día, bienvenido ravotril, you´re next.




Comentarios

  1. Yo aquí con mis ravotriles y escitalopranes (#contentógenos) te leo y pienso... Pucha que me siento identificado.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Señorita con poto de señora

Tengo 3 hijos y vivo con el padre de los niños hace casi 10 años… se podría decir que estoy casada, pero no lo estoy.   Soy soltera, con poto de señora. Y no me molesta, la verdad es que a mis 42 años ya estoy más que resuelta (léase resignada) a que mi anatomía no será objeto de sorpresa en las redes sociales, como la viejita de 90 que hace fitness y se ve como de 30. No, yo estoy para el antes, en el antes y después. Hace poco uno de mis hijos me preguntó “¿por qué tú y mi papá no se casan?” .  Conchadetumadre, salté como que hubiese visto una araña. ¿De dónde sacaste eso? Y claro, la abuela católica que de cuando en vez le hace comentarios sobre por qué no estamos casados y por qué no se han bautizado.   ¿Cómo le explicas a uno de 12 que firmar el papelito no te asegura nada de lo importante excepto el patrimonio? ¿y que por otra parte tampoco te lo han pedido últimamente, así que no has tenido que pasar por la paja de cuestionártelo? Es un alivio igual. A mí...

Qué hiciste, abusadora.

Crédito Imagen: Pepe Le Pew, Looney Tunes de la Warner Bro. Rica no soy, partamos por ahí. Digamos que estoy  #mahomenos. Tuve épocas (más cortas que estornudo de gato en comparación a mis cuarenta y tres otoños) en las que, a punta de voluntad espartana y sonajera de tripas, estuve reeeca. Turgente como durazno conservero. No te miento fui feliz, pero con muy poco amor. Provengo de una mezcla orgánica de flaca maldita con gordito glotón. Obviamente, no saqué los genes de mi madre y pasé mi niñez inmersa en una batalla por defender mi derecho al pan con chancho y los helados. Como le pasó a muchos y muchas, ser gordita encausó mis encantos pa´otro lado. Nunca tuve problemas con la repartición de cerebro y gocé de una buena personalidad: simpaticona, chistosa, ocurrente,  histriónica y terminé genéricamente encasillada como "buenamoza".  Extrañamente, mi personalidad  oscilaba entre autoestima agonizante y una curiosa falta de pánico escénico. Mi capacidad de ...

¿Falta mucho?

 ¿Se acuerdan cuando eran chicos y se sacaban la cresta en bicicleta, o se pegaban cabezazos, se pelaban las rodillas o se quemaban la lengua tan fuerte con la leche que les quedaba insensible por unas horas? Hace poco pensaba en qué cortos eran los tiempos de recuperación de esas pequeñas tragedias. Llorabas, te enjuagabas la rodilla, te echaban metapío, agua oxigenada, povidona, tal vez un parche y vamos nuevamente a lo mismo, sin miedo. Con cautela pero sin miedo. Tiempo récord. Cuando yo era muy pequeña, onda 6 años, íbamos a Fantasilandia bien seguido con mi abuela y mi tío abuelo. Me subía a cuanta weá me autorizaban a entrar, pero mi preferido era el tobogán: "La alfombra mágica". Tenía una escalera gigante, medía 14 metros, que para mis patas cortas eran una eternidad en subida. Te pasaban un saco y luego del peregrinaje empinado por la escala con peldaños abiertos (que me producían un vértigo terrible), te sentabas sobre el saco en el borde del tobogán. Entonces ...