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Em-Peñada con Septiembre: el anticucho espiritual

Mi opinión de Septiembre ha variado a través de los años. En general, los feriados me provocaban dolor de guata; ver la ciudad pelada, los negocios cerrados, los mismos programas de la televisión abierta me traspasaban una electricidad con sensación de apocalipsis. Eterno domingo. Luego, en los años de carrete no era más que un cambio en la temática de la fiesta -Hoy, septiembre, mañana Halloween, pasado la oferta de la piscola a 500- y en general una excusa masiva para lanzarse directo al jolgorio. Ahora, con tres críos en distintos colegios, dos pegas y cuestiones doméstico/familiares con qué lidiar,   septiembre se transformó en una experiencia purgatoria, medio zen (Aunque técnicamente la purga es tiraita pa' católico).

¿Han cachao esos dibujos bacanes que hacen los monjes tibetanos con unos polvitos, onda mandalas, que demandan días y días de precisión y trabajo minucioso y que después los tiran al río? Esa misma weá es la experiencia de preparar las cosas para las peñas escolares.  Empiezas a prepararte como un mes antes, tratando de conseguir la versión más barata del vestuario de pascuense, de chilote, la tirana, huaso o campesino, porque digámoslo, estoy paaaabre paaaabre. Me dolía la guata cuando en el chat de apolillados una vieja proponía poner una cuota de 10 lucas y que mandáramos a confeccionar todas las weás a una modista. Sale pa'llá, no he podido comprarme ni sostenes hace como 6 meses y voy a pagar 10 lucas por un pantalón negro y una pañoleta con cintas.

Como si eso fuera poco, en uno de los dos colegios estaban de aniversario (como si la peña no fuese suficiente hueveo), y aparte del "Levántate hombre flojo" había que hacer disfraz de espantapájaro y de robot, para las alianzas. A punta de goma eva, pistola de silicona y cuanta huifa pude reciclar terminé cumpliendo con todo: el hombre flojo, el robot, el espantapájaro, el de guaracha y el nortino, cumplir los turnos en los stand y llegar a tiempo a ver los actos de todos los críos (a kilómetros de distancia uno del otro), con precisión milimétrica y por supuesto, registrar todo en video. In your tiquitiqui-face. ¿Todo para qué? Para esos (con cuea) 3 minutos de escenario y fama de tu heredero al trono  y la satisfacción de haber burlado al destino nuevamente, contra toda especulación.  Es muy zen todo. Literalmente dejado las patas, el buche y el sueño en la cancha, dándolo todo, para una transitoria alegría que te deja con lentes de turn down for what.  Es difícil eso de la pega sin recompensa "tangible" o reconocimiento público y ser padres se trata de todo eso. El trabajo de mierda más largo y más pro-bono que harás en tu vida.  El que te hace mejor persona.

Extrañamente, se siente bien al final de todo: es como la explosión del #candycrushdelavida, "soy la puta ama" (muy La Casa de Papel), te sientes bacán, en control, wena madre y hasta un poco rica. Si. Los monjes saben. Eso de dejar ir todo después del esfuerzo tan grande de más que te lleva a la iluminación... y al iluminador, para tapar las ojeras.

Por otra parte, este año estábamos tan cagados de plata que decidir qué hacer en las festividades no fue un problema, porque cuando estás pobre y cansado quedarse en casa comiendo-tomando una cosita poca y dormir es el nirvana mismo.  Pintando el mandala mental, sacando la cuenta cuánto queda del año para al fin poder descansar un poco.

Madres y padres del mundo, cómanse el anticucho espiritual sin culpa. Saquen uno a uno los pedacitos de tareas cumplidas que solo le importan a ustedes, sonrían y traguen. Nada es eterno, excepto los hijos.  No hay escapatoria. Ommmmmuahahahahaha.

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