Mi generación, mayoritariamente criada alrededor de historias sobre la lucha final entre el bien y el mal, una suerte de apocalipsis transversal en la que siempre nos sentimos parte del bando de “los buenos” , fue marinada en películas ochenteras que exacerbaban valores como romper esquemas, ser antihéroe, ir contra el sistema, rebelarse a la norma puritana de las generaciones anteriores. Muy footloose todo. Pero cada vez que veíamos o leíamos una historia, nosotros empatizamos con el protagonista y es más, “éramos” el protagonista. Quisimos serlo. Ser el inteligente, el que salva el mundo, el que descubre el enigma. Pocas veces en la vida un ser humano común se ve enfrentado a un desafío que involucre tratar de no morir. Tal vez una enfermedad catastrófica, un accidente grave. Hablo del hecho concreto de estar en peligro de muerte y no de la posibilidad que todos tenemos diariamente de morir de un porrazo en la ducha. Hablo de una sentencia, de una certeza, de un p...
Tengo un doble vínculo terrible de amor y odio con esas mujeres que, aún siendo madres, tienen el súper-poder de arreglarse, verse hermosas, operativas y frescas. ¿Cómo lo hacen? Yo hace años que soy esta especie de #ZombieGordo con distémper que semi arrastra su trasnochada humanidad del colegio al súper y del súper a la casa a la pega y al colegio nuevamente. Es mi caso, la autoestima es justamente eso. Auto “estima” . Estima es una palabra con un truco. Si alguien te dice que “te estima” está dosificando sus sentimientos para que no sean un “te odio”, no sea tan ofensivo como un “me importas una hectárea de callampas” pero tampoco lo exageran para que malentiendas todo y se convierta en un “te quiero”. No. Es lo justito: “Te estimo”. No te subai por el chorro. Te convido un poco de mi aprecio pero cuando llegue el #coronavirus no te voy a rescatar. Eso es lo que la mayor parte del tiempo he sentido por mi envase. Te estimo. Te autoestimo. No te sobrevaloro, me pongo med...